Y ya va el segundo día consecutivo que me cae la del diluvio universal.
Ayer me mojé, me mojé mucho. Tanto que cuando llegué a casa por la noche, a pesar de creer estar ya completamente seca, cuando me quité las zapatillas y luego los calcetines, tenía los pies totalmente arrugados.
Hoy fui más precabida. Salí con mis botas, y con mi paraguas. Aún así, también me mojé. Aunque, afortunadamente, esta vez no llegué arrugada.